Relato

 ¿Qué decimos cuando callamos? 

De cómo los silencios hablan y hacen ruido.

A veces resulta difícil encontrar alguna experiencia pedagógica para hacer un relato. Tenemos una necesidad imperiosa de ser novedosos/as, encontrar una experiencia atrapante. Por eso me puse a pensar en qué ocasiones lo sencillo resulta atrapante y novedoso. Me acordé que para algunos niños y niñas gritar, es la única forma que encuentran para sentirse escuchados, es más, se puede escuchar en cualquier rincón del jardín. Hay niños/as que necesitan gritar porque realmente nadie los escucha. Pero también, están los/as niños/as callados/as, los/as que se esconden detrás de los silencios, los/as que usan el silencio como escudo. Los que no saben muy bien qué decir a viva voz, por eso callan.
A mí me pasó que cuando fui a una salita de 3 por mi práctica docente de taller 2, viví una situación de estas. La maestra pensaba que no había mucho por hacer, que ya lo habían intentado todo porque al parecer “los bolivianos, son calladitos”, esas fueron las palabras textuales de la docente al referirse a una niña de nacionalidad boliviana. La maestra intentó convocar, de manera oral, pensó qué juegos o juguetes podían gustarle, buscó libros de literatura infantil para intentar que ella se comunicara de manera verbal. Pero la niña seguía sin interactuar, parecía tener miedo a hablar. Finalmente sucedió lo inevitable, la docente se cansó de intentarlo, en un momento decidió dejarla porque jugar, jugaba e interactuaba con los compañeros y las compañeras, pero a los/as grandes ni se les acercaba y menos que menos para hablarles.
La verdad es que me llamaba la atención y a veces no pude evitar ponerle una connotación adulta a las cosas. Tal vez, no hablaba porque no tenía ganas y nada más. ¿Y si fuera todo lo contrario? ¿Y si no podía hablar porque no la dejaban? Qué peligrosas son las etiquetas, porque las etiquetas censuran, las etiquetas desprotegen, las etiquetas lastiman.
No creo que la maestra de la sala sea responsable, pero siento que, si la niña podía jugar e interactuar y hasta comunicarse con los/as niños y niñas de su edad, tenía que poder hacerlo también con los adultos. 
Algunos/as pensarán que exagero y que hay chicos/as tímidos/as que son temerosos/as, callados/as, o que simplemente son personas tranquilas. Pensarán también, que a los 3 años algunos/as niños/as aún no han podido adquirir el lenguaje de forma fluida. El problema es que los/as niños/as que internalizan (los que no se dice) suelen ser menos aparatosos y preocupantes, porque no molestan, no son disruptivos y no perturban el orden de la sala. 

En ocasiones los/as “calladitos/as” tienen esta conducta en todos los ámbitos de su vida, en casa, en la escuela. Probablemente se guardan las emociones, no expresan lo que les pasa porque deben sentir que no tienen habilitados los espacios para decir las cosas.
Considero que debemos ocuparnos de estas problemáticas y realizar acciones como una observación en la sala y confeccionar un informe, realizar entrevistas con las familias o pedir sugerencias al gabinete psicopedagógico. Simplemente para estar seguros y seguras de que esa infancia, está resguardada, protegida. Que no está sufriendo violencia o abusos.  Podemos evitar que pierdan el tiempo precioso de jugar, de hablar, de exteriorizar, aprovechar el espacio tan preciado que tienen en el jardín para que esto suceda.
El/la niño/a debe ir construyendo, como parte fundamental de su educación, una serie de habilidades sociales que, de no establecerse de forma adecuada, pueden limitarlo en muchos aspectos de su desarrollo, además de producirle un gran sufrimiento emocional.
Es decir, es importante detectar a tiempo y trabajar con los/as niños/as, propiciar las herramientas comunicativas útiles a través de cuentos, poesías, el arte, canciones, entre otros. Para que puedan construir con mayor eficacia una comunicación interpersonal saludable. Ya que, como dije anteriormente, podemos ayudar a los/as niños/as para que puedan comunicarse y expresarse  con mayor libertad.
Es necesario brindarles espacios para el “decir” sin presionar, pero que sepan que pueden, que se sientan cómodos de hacerlo en el jardín, que se sientan con libertad para hablar, que no sientan miedo y qué menos que menos se sientan etiquetados. Garantizamos así, que se cumpla su derecho de crecer saludablemente, rodeado de personas que los acompañen y que estén conscientes de que detrás de los silencios hay muchas cosas no dichas.

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